Su aura me hace creer que no es más que un viejo en un cuerpo de hombre, la sabiduría que lo envuelve y las historias en su boca. Pero peca y comete errores -porque no debe olvidar que es joven-.
Cada vez que nos frecuentamos y duermo en su cama, me gusta mirar sus ojos cerrados. Hasta que inevitablemente los abre al despertar y es esa primera mirada, la que tiende a desgarrarme el corazón.
Sus ojos eran más hermosos en esa primera mirada, no por su tristeza (...). Eran más hermosos en ese primer instante porque estaban enfocados, en una pequeña estrella en forma de catita que le deseaba los buenos días por las mañanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario